El edificio Otto Wulff es un lugar clave de la historia argentina. Allí estaba emplazada la Casa de la Virreina, donde las tropas locales lograron defender la Ciudad durante la segunda invasión inglesa. Erigido en 1912, esta imponente construcción no solo marcó un hito por su altura de 75 metros, sino también por su fachada enigmática con 680 ojos que observan desde un sitio privilegiado todo lo que acontece alrededor.
Te contamos los detalles que hacen de este edificio una pieza única del patrimonio porteño.
De solar histórico a emblema arquitectónico porteño
Otto Wulff es una joya arquitectónica de principios del siglo XX ubicada en el barrio de Monserrat, sigue fascinando a transeúntes y expertos por su singular estilo y rica historia.Esta construcción desafió las convenciones de la época al ser ideada como un edificio de rentas, anticipándose a la figura de la propiedad horizontal.
El visionario empresario maderero Otto Wulff confió la materialización de este ambicioso proyecto al renombrado arquitecto danés Morten F. Ronnow. La majestuosidad de su fachada se acentúa con la presencia de ocho atlantes monumentales, obra del talentoso Franz Metzner, un maestro de la escuela vienesa y figura destacada del arte de aquel entonces.
Un halo de misterio envuelve la historia del edificio, alimentado por la creencia popular de que Nicolás Mihanovich, socio naviero de Wulff, habría financiado la obra con la intención de convertirla en la embajada del entonces en declive Imperio austrohúngaro, en los albores de la Primera Guerra Mundial.

Al igual que el icónico Palacio Barolo, el Otto Wulff se construyó utilizando hormigón, una técnica constructiva inusual para principios del siglo XX. Su estilo Jugendstil, la variante germano-suiza del Art Nouveau, se fusiona armoniosamente con elementos renacentistas y neogóticos, creando una estética singular. Con sus doce pisos y una altura de sesenta y cinco metros, dominó el horizonte porteño en sus primeros años.
Otto Wulff fue el primer propietario de esta emblemática construcción hasta 1918, momento en que la propiedad pasó a manos de la familia Harteneck, dando inicio a una nueva etapa en la fascinante historia del emblemático edificio.
Un despliegue de arte y simbolismo
La fachada del edificio Otto Wulff, una obra que seduce a la mirada, revela un universo de detalles concebidos con maestría. Uno de sus rasgos más distintivos son los ocho atlantes que se distribuyen con una estudiada simetría en su esquina: cinco imponentes figuras se alinean a lo largo de los veinticinco metros de la calle Perú, mientras que tres custodian los quince metros que dan hacia la Avenida Belgrano. Esta disposición numérica no es fortuita, ya que cada atlante personifica un oficio esencial en su construcción: desde el albañil hasta el jefe de obra, pasando por el forjador, aparejador, herrero, carpintero, escultor y arquitecto.

Pero la riqueza ornamental del Otto Wulff trasciende estas colosales esculturas. En la cúspide de las cuatro columnas que enmarcan los módulos idénticos sobre ambas avenidas, cuatro cóndores esculpidos rematan la estructura, enfatizando la armonía de su esquina.
Al recorrer la fachada, una sorprendente fauna pétrea se despliega ante los ojos: búhos de mirada penetrante, sapos enigmáticos, ágiles mulitas, majestuosos cóndores, curiosos pingüinos, sinuosas cobras, feroces yaguaretés e incluso bebés gateando se suman a la narrativa visual del edificio. Se estima que, en conjunto, estas figuras aportan la asombrosa cifra de 680 ojos que parecen observar el devenir de la Ciudad desde su privilegiada orientación sur.
Un siglo de historia recuperada
Con los trabajos de refacción realizados entre 2021 y 2023, impulsados por el Gobierno de la Ciudad, el edificio Otto Wulff ha recuperado su esplendor original. Esta exhaustiva restauración y puesta en valor, centrada en su fachada, implicó la eliminación de elementos ajenos a su diseño, pintura, la minuciosa reparación de fisuras, la restitución de ornamentos extraviados y la conservación de las piezas. El resultado es un testimonio renovado de la maestría arquitectónica de principios del siglo XX.

La revitalización de esta reliquia arquitectónica persigue un doble propósito. Por un lado, busca fortalecer el atractivo turístico, cultural y comercial de su entorno, integrando al Otto Wulff como un punto focal ineludible. Por otro, reafirma el compromiso con la preservación del patrimonio e identidad del casco histórico porteño.
Así, el edificio Otto Wulff, con su renovada presencia, se erige una vez más como un símbolo perdurable de la historia y la belleza de Buenos Aires.
¡Si pasas por ahí, ahora ya conoces su historia!
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