Cuando pases por el encantador barrio de Recoleta tus ojos inevitablemente se posarán sobre una figura singular. No es solo una escultura; es el Atlas, un titán moderno que, con su imponente presencia, carga sobre sus hombros un trozo tangible de la historia argentina: una rama de un gomero centenario, testigo silencioso de la Revolución de Mayo. ¿Te preguntas cómo llegó allí o de qué está hecho?
Te invitamos a descubrir la fascinante historia de este ícono porteño.
Un gigante hecho de historias (y automóviles)
Lo primero que capta la atención de muchos es el material inusual de esta obra de arte. Lejos del mármol o el bronce tradicionales, este Atlas fue creado a partir de partes de automóviles. Esta elección no solo le otorga una estética industrial y contemporánea, sino que también añade una capa de significado, uniendo la modernidad de la Ciudad con la antigüedad que representa la rama que sostiene.

La obra, inaugurada en 2014, representa al legendario titán de la mitología griega, que porta sobre uno de sus hombros una pesada rama del monumental árbol del caucho. El Atlas de la Recoleta mide 1,85 m de altura, pesa alrededor de 250 kg y reposa sobre una base circular de hierro. Está compuesto por más de tres mil piezas de automóvil, soldadas y ensambladas
Su autor, el uruguayo Joaquín Arbiza, dio forma a la escultura con kilos de partes de automóviles de las décadas del 50 y del 60, que le llevó años reunir. Una tarea puntillosa que necesitó de doce meses desde la idea hasta el trabajo terminado, de pie. También tiene detalles escondidos. Por ejemplo, una matrícula de Montevideo y una llave de un Renault. No están a simple vista, pero si se mira con detalle, se ven.

Es una obra que invita a la reflexión sobre el paso del tiempo y la capacidad de la Ciudad para transformar y resignificar elementos. Su ubicación, justo al lado del histórico Café La Biela, un punto de encuentro clásico de intelectuales y artistas, lo convierte en una referencia ineludible de tu visita a Recoleta.
El símbolo viviente de un árbol centenario
El majestuoso Ficus macrophylla, conocido popularmente como gomero o ficus australiano, es considerado uno de los árboles más antiguos y longevos de la Ciudad de Buenos Aires.
Si bien existen varias versiones sobre su plantación, la más aceptada es que fue plantado a fines del siglo XVIII, alrededor de 1781, por la familia Altoaguirre, en lo que entonces era una chacra rural. Imagina este lugar, hoy bullicioso y elegante, como vastos campos que se extendían hasta el Río de la Plata. Este gomero llegó desde India, marcando el inicio de una historia que lo vería crecer junto con la Ciudad.

Con el tiempo, la chacra desapareció y Recoleta se urbanizó, pero el gomero permaneció, adaptándose y expandiéndose. Hoy, sus ramas pueden alcanzar hasta 34 metros de longitud y su tronco mide alrededor de 7 metros de diámetro, con algunas ramas principales de más de 1 metro de diámetro en su base.
Pero más allá de sus características botánicas, el Gomero de la Recoleta es un árbol lleno de curiosidades. Su longevidad lo ha convertido en un Árbol Histórico, protegido por el Gobierno de la Ciudad, formando parte de un grupo selecto de más de 600 ejemplares catalogados por su valor histórico y botánico. Se dice que fue testigo de los acontecimientos de la Revolución de Mayo de 1810, sus ramas presenciando los albores de la independencia argentina.
Además, la imponente escala del gomero ha requerido intervenciones para su preservación. Los enormes brazos pueden ser tan pesados que necesitan soportes especiales. Y es aquí donde la escultura de Atlas cobra aún más sentido, ya que fue concebida precisamente para dar apoyo a una de sus ramas más largas y emblemáticas, simbolizando la unión entre la fuerza de la naturaleza y la intervención artística para su conservación.
La próxima vez que visites Recoleta, tómate un momento para contemplar la escultura de Atlas y el gomero que lo acompaña. Es un viaje en el tiempo, una conexión con la historia viva y la naturaleza de la Ciudad.
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